domingo, 4 de noviembre de 2012

Reflexiones después de una visita a una Escuela Waldorf


**  Por Micaela del Barro
  3er. año- Prof. En Ingles


Desde el primer año en "el Olga" se nos planteó en las materias pedagógicas alguna inquietud sobre cuán apropiada es en realidad la escuela actual y con el pasar de los años confirmé como estudiante que algo andaba terriblemente mal. En este sentido, la visita al colegio Clara de Asís resultó una invitación a repensar la educación, tarea especialmente difícil realizar.
Muestra de cuán arraigados tenemos los conceptos de la escuela moderna, es el hecho de que cada vez que relato esta experiencia y cuento que no se toman exámenes, la reacción automática de todos (incluso la mía en un principio) es el demérito y la pregunta: “¿Y entonces cómo saben si los chicos saben? ¡Eso es cualquier cosa!” Y no, en realidad es “cualquier cosa” que no podamos pensar en otras formas de educar, de “saber si los chicos saben” sin tener que presionarlos en un examen que tan poco exacto puede llegar a ser si se tiene en cuenta el estrés que conllevan estas pruebas. Y esto es simplemente un ejemplo de todo lo diferente que son las escuelas que practican y promueven la pedagogía Waldorf.

Relato de una clase
Antes de entrar a clases, se izó la bandera, como en todas las escuelas, sólo que los chicos no formaban en filas dependiendo de su grado, sino todos incluidos en un mismo espiral que contenía en el centro a los de 1º grado y en cuyo otro extremo se encontraban los chicos de 7º grado. Otro hecho curioso: no cantaron el himno, sino que recitaron algunos versos sobre vivir en paz entre nosotros y con la naturaleza, para luego cantar una canción en latín en agradecimiento a Dios.
A continuación, me dirigí al salón de 4º grado con la maestra. El salón, de forma irregular y con una parte del techo por la cual entraba la luz del sol, estaba organizado de forma tal que el centro del mismo quedaba libre para llevar a cabo las rítmicas (rutinas) diarias. La joyitas de esta rítmica incluyen: la canción Fray Santiago en tres idiomas  (español, inglés y francés) y cantada en forma de canon; rimas acerca de ser justos a la hora de repartir (relacionado con el tema que estaban tratando: fracciones); preguntas de tipo “¿8 x 7 =?” y “¿10 =?”; y otras tantas más, todas apuntadas a la vivencia, experimentación de aquello que estaban aprendiendo. Luego, los chicos ordenaban los bancos (que se encontraban contra las paredes) para proceder a sentarse. La docente contó parte de un cuento que terminaría al día siguiente y posteriormente, los chicos practicaron una melodía en la flauta.  Quizás lo más similar a la escuela a la que yo fui (y la mayoría de nosotros, si no todos), fue la actividad desarrollada en el pizarrón: la docente solicitó voluntarios para graficar las fracciones que ella escribiría en el pizarrón. Y el parecido es sólo ese, porque luego, los chicos copiaron lo que estaba en el pizarrón en cuadernos de hojas lisas, que ellos decoraban con guardas y dibujos. No tienen libros para ninguna materia.
Luego de la clase, la docente me explicó que ellos no tenían varias materias por día, sino que trabajaban sobre la misma durante 3 semanas, en este caso Matemática, y luego pasaría a Geografía, creía. Cada una de los temas (incluidos en el currículum del Ministerio y en el Waldorf), se lo aborda primero desde la experiencia, para luego pasar a una forma básica de la abstracción, y en la secundaria sí dar abstracciones más difíciles de comprender.  También contó que no se toman exámenes, y que tampoco resultan necesarios: ella acompaña a los mismos estudiantes de 1º grado a 7º y los conoce harto bien, a tal punto que puede predecir a quién puede resultarle más difícil qué tema, qué materia, y así puede explicárselo de manera diferente, y estar atenta a sus procesos.

Reflexión a modo de conclusión
Seguramente esté olvidando algo muy importante. Lo que queda claro es que la pedagogía realmente es la educación integral de espíritu, cuerpo y alma de la cual tanto nos han hablado, y que la escuela moderna fracasa todo el tiempo en llevar a término. Claro que puede estar sujeta a críticas interminables, ¿pero que acaso la escuela moderna es tan perfecta? Lo importantes es mantener la mente abierta para comprender que el cambio es preciso si es que realmente queremos educar personas – libres.
Recomiendo revisar lo que nuestras queridas Olga y Leticia Cosettini nos dejaron como legado, y no dejar que nuestro instituto lleve su nombre en vano. La pedagogía Waldorf no es mágica y lejos está de ser perfecta, pero es un intento como el de las hermanas, de educar personas en forma integral, con amor, respeto y libertad.

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